2012-01-21

UMEAK ETA MOZKORTIAK


Irak eta Anderrek aitatasun-amatasun-gurasotasun edo ume bat izatearen inguruan erreflexio bat idaztea eskatu zidaten beraien ezkontzarako. Oso esanguratsua da bikote batek horrelako zerbait eskatzea, behintzat nik horrela sentitzen dut. Argi daukat nik Aioraren garrantzia Ira, Ander eta bere inguruko guztiontzat, horregatik errespeto izugarria sortarazi zidan eskariak. Errespetoa, bildurra moduan, zerbait Aiora bezain ederra egin nahi nuelako, Aioraren magia bezain polita, eta bere inguruan dagoen maitasuna bezain liluragarria. Errespetoa, Ira eta Anderren bizitza proiektuari diodalako; eta Aiora asko errespetatzen dudalako ere.

Beraz hona hemen, nire erreflexioa, nire ideien koadroa:

Cuando Naia nació un montón de sensaciones nuevas vieron la luz.

Llamé desde el hospital de Cornell en Manhattan a mi ama a eso de las 10 de la noche horario de la capital bizkaina. De la capital del mundo a la capital de mi mundo. Lo primero que sentí que tenía que decirle a mi ama era gracias por haber hecho semejante esfuerzo por traerme a este lío que llamamos vida. Al ver a Isa empujar con toda su alma durante una hora y media, el respeto por la mujer que amo se multiplicó por un factor desconocido por la matemática clásica. Y sentí que mi amor por mi mujer era más real que nunca, igual que por mi ama. Sí, un poco freudiano todo… qué le vamos a hacer.

Días después, cuando apenas recordaba mi nombre tras largas noches en vela, de nuevo sentí la necesidad de llamar a mi casa y decirle eskerrik asko a mi ama una vez más. A mi aita no podía hacerlo por teléfono, pero lo hice a mi manera.

Cuando tienes un hijo, y hablo solo como mero usuario que soy de esto de la paternidad (sin ánimo de querer aleccionar, que ya hay suficiente de eso) te das cuenta de la fragilidad de la vida. Te das cuenta de lo difícil que es llegar, y de que todo salga bien, y empiezas a ser consciente de mucho más, o por lo menos ese fue mi caso desde el primer momento que supimos que estabamos embarazados. Yo me di cuenta de los esfuerzos que los míos habían hecho por mi, de las sensaciones que mis sonrisas de duermevela infantil encenderían en los ojos de mi ama y en el corazón de mi aita, llenándoles de energía y de fuerza para afrontar todo lo que yo conllevaba.

Y entonces pensé que los niños se parecen mucho a los borrachos. Otro mas de los delirios provocados por la falta de sueño, supongo. Sí, como un perfecto Nicolas Cage haciendo de Ben Sanderson en Las Vegas, o como el gran Bukowski y su alter ego Henry Chinaski.

No sólo en la manera de desplazarse por el mundo en los primeros días de bipedismo (que no de pedismo), sino tambien en su sinceridad, en su complicado lenguaje que los emocionados padres se emperran en decir que es clarísimo y que sólo ellos entienden, aunque sólo a veces. Este es uno de los muchos lenguajes que no se hablaba ni en la torre de los mil idiomas.

Los enanos no llevan un vaso de más, pero las sonrisas sin razón de los muy bebés me recuerdan a las de los muy bebidos. Los niños beben mucho y vomitan, los enanos dicen siempre la verdad; por lo menos hasta que aprenden a mentir. Dan besos llenos de babas y les gusta pasar la noche en danza; aunque luego se echen unas siestas de tres horas. Tienen menos memoria que un pez naranja de esos que viven tres días. La memoria de los que están en la barra de ese bar a las 5 de la mañana.

Ambos se hacen amigos de todo el mundo, y se pasan el día cantando y dando alaridos, lloran o se ponen contentos por el más sencillo de los momentos y si uno no pone mil ojos se terminan perdiendo siempre, a nada que halla mas de 7 personas alrededor.

Poniéndome un poco más serio, tengo que reconocer que el tener a Naia me conectó de nuevo con la magia de las pequeñas cosas. Me conectó con la emoción de poder volver a hacer algo con mis manos y me hizo de nuevo disfrutar de las victorias de lo cotidiano. Me trajo la alegría de vivir, sólo por vivir, sin que importe si hace frío (aunque haga mucho frío) o si es martes o es domingo.

Sé que suena muy usado, pero es lo que siento. Así soy yo.

Las sonrisas se multiplican y reaprendes el esfuerzo de compartir tus juguetes, tengan la forma que tengan.

Peeeero… siempre hay un pero;

Los hijos te traen algo que no te abandona nunca, esa especie de terror a que algo les pueda pasar, una desazón permanente, que se acompaña de una responsabilidad que no se termina hasta que te mueres. Eso si que es hasta que la muerte nos separe.

Dos reflexiones más, sin ponerme melodramático.

La primera: gracias a Naia, y sé que Aiora surte el mismo efecto en sus progenitores, reaprendí el amor desinteresado. No se puede forzar a un niño a amar. Cuando Naia me dice “I don’t like you, aita” no le puedo forzar a que todo lo que yo haga o diga le guste. No puedo forzarle a que me quiera. Eso es una de las verdades que me hace más humano hoy por hoy, y nunca me gustaron los catequistas.

La segunda: el respeto por mi ama y mi aita y por ese amor desinteresado. Muchas veces que no estuve a la altura de ese sentimiento, otras fui un desagradecido. Tener un hijo hizo que volviera a reconectarme con los que me quieren de manera desinteresada y a no seguir siendo un desagradecido.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Me encanta leerte! I like you, N!;)
Li

Anónimo dijo...

Los pelos de punta!!! Lastima que como estoy en la fabrica enseguida se vendrán abajo. Me has emocionado esta mañana de acero.
Muxus.

Iñigo

Anónimo dijo...

Y esa foto es una pasada, composición (te has fijado donde se colocan los elementos principales?, luz, planteamiento, foco y hasta la profundidad de campo en su sitio. La emoción te guió en esta imagen.
Muxus

Eneko dijo...

Eskerrik asko a los dos... me alegro de que os haya gustado. Mi amatxu me ha mandado un mensaje que me ha dejado la cara toda mojada.

Inigon... la foto... se hace lo que se puede. Tengo un buen profesor.

Anónimo dijo...

Tus hijos tienen suerte de tener un padre que se desnude como tu lo haces.

Me ha gustado mucho.

Petons!
Quim