2013-01-22

AMAIERA



Se acabó. El Baga cierra. No sé si permanentemente o no. Eso da igual.

Al llegar el lunes pasado a urgencias contaminado por un miedo irremediable y mientras llegaban las noticias (al final fueron buenas) sobre el estado de mi hijo de casi diecisiete meses, pensé en todo lo importante. Ha llegado el momento de eso. Un hombre tiene que hacer lo que tiene que hacer. Yo ahora quiero hacer. 
Tengo que hacer.

Al igual que cuando abrí el Baga el 16 de Junio de 2010, hoy siento que tengo nuevas aventuras por delante. Miedo, curiosidad, posibilidades… todavía tengo que inventar un nombre para ese combinado. Sin hielo. 
Que ya somos viejos.

Nuevas aventuras que podría tratar de resumir o anticipar con palabras. Pero como dicen Egoitz y Galder, no quemes a un potencial lector, porque solo tienes una posibilidad; que lea eso que crees inmejorable. Igual pasa con las noticias sobre el futuro de este camarero-poeta, investigador venido a menos, ama de casa y aita para muchos hijos no bastardos.

Perdón por todas las exigencias a destiempo. Perdón por la nostalgia y la tristeza que muchas veces te he servido sin querer, o queriendo. El Baga debería de haber servido solo para entretener y con un poco de suerte, emocionar, inspirar y compartir.

Gracias por no haber tenido miedo a esas letras que venían en cortas líneas y no en párrafos. Esos versos que asustan a casi todos. Esos versos que nadie quiere leer, aunque mis “poemas” son fáciles. Quizá por eso sean también prescindibles.

Gracias por haber venido muchos viernes. Me has ayudado a combatir la soledad. Ahora le tengo menos respeto. Me voy sobrio, no como el trapo de camarero que dejo sobre la barra.

Sin fotos. Sin música. Sin melodramas. Porque odio las despedidas.