2012-11-16

¿QUÉ QUIERO LEER?



Dicen que escriba lo que me gustaría leer. Así de simple. Me dicen que sobre todo no cite. Que no sea pedante, ni cultista. Que no describa, porque no sé. Que trabaje los personajes. Que me pierdo y devaneo. Que no tengo claro a dónde quiero ir.

Acción y más acción. Que la gente quiere acción, y solo eso. Que a nadie le interesa aprender nada. Que todo el mundo está harto. Que nadie lee. Que mi estilo es caótico, mi ritmo irregular, mis diálogos son mediocres y discordantes. Que no me cree nadie. Que no me entiende nadie. Que el melodrama apesta. Que me lea en voz alta. Que escriba lo que me gustaría leer.

Me dicen que no haga caso de lo que me dicen otros; que preserve mi voz. Que haga lo que me de la gana. Que disfrute de la libertad del anonimato. Que nadie está mirando. Que no habrá testigos. Solo víctimas y verdugos.

Que lea lo justo. Que si leo mucho, copiaré y perderé mi esencia, mi estilo. Que no tengo estilo. Que lea mucho. Todo lo que pueda. Que no deje de leer. Que no deje de escribir. Que no importa el idioma.

Que tengo talento. A veces. Pero que tengo que trabajar mucho mis textos. Que me tengo que sacrificar. Que es como todo. Que todo cuesta. Que escriba cuando la bestia me posea. Cuando, sin previo aviso, me desnude y me viole… a las dos de la madrugada, en la cola del supermercado o en la escuela rodeado de la felicidad infantil. Esa que no se ha perdido. Esa que intento reaprender durante tres horas cada tarde. Imaginación y felicidad que tomo prestada a diario, como vampiro.

Una vez enculado no debo sentirme humillado. Debo ser humilde. Más humilde. Dicen que deje reposar el texto y que vuelva pasado un tiempo. Que lo corrija como si no lo hubiera escrito yo. Como si fuera un loco amnésico. Que lea y relea, y deje solo lo esencial, lo necesario. Que debo desprenderme de mí. Que pula a hueso.

Que empiece desde cero. Que la novela es una mierda. Que la historia de amistad es débil, es redundante, es poco interesante. Que la aniquile. Que la olvide. Que la historia vale la pena. Pero solo eso. Que se nota demasiado que no tengo nada que contar. Que soy un buen pescador, pero nada más.

Que destruya todo. Que asesine lo que no vale. Que las palabras no sangran. Que será el crimen perfecto, porque nadie estará mirando. No habrá brutalidad policial ni tortura despiadada. No habrá asesinos en serie vestidos de juez. No habrá más impunidad.

Dicen que cuando algo me emociona e inspira de verdad, estoy próximo a hacer literatura. La emoción es la violación en sí misma. Ese conjunto de hechos extraordinarios que me esculpen. El fluir de la bestia caliente incontrolable me saca a patadas de la fila del supermercado y me clava en el suelo con mi libreta negra. Estoy desnudo con mis ropas hechas añicos. Soy mendigo, paria social seducido por los cantos de sirena. Es cierto que nadie está mirando. Es cierto que nadie está escuchando.

Esos gritos, todas esas voces discordantes, mi loquero imaginario las llama crisis existencial. Una más. Yo prefiero llamarlos revolución. Pero una de verdad. No como unos empujones de esos, disfrazados de pelea callejera, que no terminan en nada. Un combate donde muere gente. Donde algunas voces serán silencio y memoria.

Y vuelven… que no adorne. Que mis palabras no son navidad ni festival de primavera ni fiesta de aniversario. Que mi escritura esta hecha de acciones, de cortocircuitos de palabras directas que golpean. Que edite. Que deje que la fuerza de la evocación le permita al lector emocionarse sin que lo lleve de la mano.

El problema son las unidades de medida.

¿Cuánto tiempo tengo que esperar para volver al texto? ¿A quien quiero engañar? No sé esperar. Soy un puto impaciente de mierda. Impaciente  porque quiero que el lector me rescate, quiero que mis viejos amigos estén al otro lado. Odio la soledad. Escribir es soledad. Me corroe comunicarme.

¿Cuántas palabras valen? ¿Cuántas acciones? ¿Qué personajes son buenos? ¿Y que hago con los diálogos? ¿Cuándo una descripción es demasiado larga? ¿Quién dicta las normas? ¿Quién decide que Picasso es bueno y que Luisa González no? ¿Quien distingue al genio del mediocre?

La lista de preguntas es interminable y lo congela todo. La literatura cuántica no es para mí. Estoy atenazado. Atado de pies y manos. Detenido. Y no hay fianza. Y no hay llamada. Solo hay una víctima y un verdugo. Los dos están en la misma celda húmeda.

Mis voces no se callan. El día que se callen dejaré de tener miedo. Mi adiós no será una muerte estilo imperio. Será un silencio más. Pero este será eterno. Entonces me daré cuenta de que los demás estaban ya muertos. Que por eso estaba solo. Solo con mis voces. Todas las equivocaciones darán igual. Ya no habrá ningún misterio.

De momento he empezado a escribir mi segunda novela. Porque el escritor escribe, nada más y nada menos. El asesino vive su condena. Esta vez escribiré lo que quiero leer.


3 comentarios:

Anónimo dijo...

Holaaaaaaaaaa,

Uyy, perdon creía que era la web del Marca, se ve que me he equivocado!!!!!!!!!! jajajajajaja

Te leooooooooooo

Muxus

Anónimo dijo...

Lo siento por lo de la primera novela aunque, a juzgar por esta entrada de tu blog, estoy segura que vas a lograr lo que te propones.

Escribir no es fácil y, como tu bien dices, la calidad del escrito es muy subjetiva. Sin embargo, creo que tu estilo gustará a muchos sujetos... Es cuestión de tenacidad y creatividad. Dos cualidades que no te faltan. Y por ello te envidio.

Suerte y sigue así!
Petons,
Núria

Anónimo dijo...

Yo reitero que eres mi heroe, de novela y de realidad. No me importa la humildad en este caso, tú eres mi héroe ahora que te leo, eso vale como recurso literario?