EL ARTE DE VOLAR

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Antonio,

No me conoces. Yo tampoco a ti. Pero tengo el inmenso placer de poder disfrutar de tu trabajo.
Supongo que habrás recibido centenares de mensajes (ya nadie escribe cartas) que tenían esa frase al principio, a modo de tarjeta de visita. Porque la curiosidad mató al gato, pero a nosotros nos tiene en vilo y nos da ganas de encender nuestras ilusiones.
Bueno…
pues la cuestión es que acabo de cerrar la última página de “El arte de volar” y tengo que hacer algo para salir del estupor alucinógeno en el que tus palabras y las ilustraciones de Kim me han dejado. Supongo que mucha de la correspondencia que has recibido, la anónima, contenía también algo similar…
siento no ser original.

Solo te escribo estas humildes líneas para contarte la gran emoción que me invade después de haber trabajo la historia de tu padre. Muchas cosas se van a quedar en mi memoria grabadas para siempre. La sensación de casi ver caer a tu padre… esa libertad redentora, que no pudo conseguir en vida… una historia más de un perdedor que se metió en muchas de las luchas ordinarias, muchas de las irremediables batallas que por lo menos luchó, porque el que no lucha, no pierde. Y hacen falta perdedores para cambiar las cosas. Además me parece que casi todas las luchas que perdió tu padre eran lícitas y moralmente defendibles. Pero eso es otra historia. Artísticamente hablando me interesa mucho la forma del comienzo de la historia, esa especie de ocupación de la memoria de tu padre, esa especie de reencarnación tuya, que te permite darle fuerza al relato porque todo está en primera persona. El legado se hace muy presente. La herencia, más allá de algo puramente genético y biológico, que va solo en un sentido; de padres a hijos.

El ejercicio de memoria histórica que haces, a través de los ojos de tu padre es espectacular. Acojonante. Me ha entusiasmado ese momento en el que se habla de la renuncia a lo que uno es para poder sobrevivir, en los primeros momentos del régimen. Me interesa mucho ese aspecto de muerte en vida, que lleva indudablemente a dar más valor a ese suicidio que al que en realidad termina con los 90 años de tu padre.

Podría dejarte ciego escribiendo, porque lo inspirador de tu historia no tiene límites. Invita a la reflexión de una manera sutil y muy eficaz. A reflexionar sobre aspectos filosóficos, históricos, morales, personales, humanos… y una larga lista de esas palabras importantes que todos conocemos.

Antonio, solo me queda agradecerte infinitamente tu trabajo, tu obra, tu lucha diaria. Espero pronto poder seguir disfrutando de algo más de tu trabajo. Gracias a tu fantástica página web, se hace muy fácil adentrarse un poco más en el universo Altarriba.

Enhorabuena por ser tan fiel a la verdad – a la tuya, a la de tu padre, a la de tantos otros, como Mariano, Doroteo, Hipólito, Ángel, Elvira, Basilio…- y tan auténtico. Un aplauso silencioso que debe de acompañarte siempre.

perdón por la incursión y por esta larga epístola.

Eneko