2011-02-23

LAGUNA(S)


Santander-Bruselas, 19:56

Acabo de volver de un fin de semana de esos que no se olvidan. Hace tiempo que llevo intentando robarle unos minutos al reloj para sentarme a escribir algo sobre la amistad. Sí. Soy así. Qué le vamos a hacer! Más concretamente quiero entender esas ideas que se me mezclan; la amistad y la vida nómada, una historia más de olvidos e incompatibilidades. Sobre el vivir sin un lugar al que puedas llamar casa y sin unas personas a las que llames amigos. Eso es tan proporcional como triste, melodramático, o lo que quieras. Da igual lo que tú piensas, porque no se trata de eso. Una vez más se trata de mí. Todavía hay gente que soporta eso.

Ahora mismo estoy en un vuelo de Ryanair. De esos low cost, como todo hoy en día. Todo vale poco, todo va rápido y todo se desvanece en el aire; mientras nos damos cuenta de que volar no es para nosotros. Se acabó el idealismo. Todos es placer a corto plazo. Nos hemos convertido en adictos al ya y al ahora, no sabemos esperar y vivimos para el presente, pero atenazados por un algo que no sé cómo llamarlo que no nos deja ser auténticos. Comprar, tirar, comprar. Casi como los amigos. No. Los verdaderos amigos no. Bueno…

Pues bien, seguramente porque le tengo tanto miedo a la muerte, y con estas turbulencias es más fácil sentir ese miedo, ando haciéndome muchas preguntas últimamente, dándole vueltas a muchas cosas. Resultado de tanta rumiación una nueva tesis, que vale lo que valen todas las tesis; poco o nada y que importa al personal lo mismo que su valor. He estado recopilando datos estos últimos años. Sin querer. Datos en forma de memorias, en forma de fotos, en forma de poemas, en forma de postales, de cartas... como si hubiera vivido una especie de adolescencia eterna. La primera evidencia es que la bandeja de salida es más abundante que la bandeja de entrada. Y aunque, como en todo proceso comunicativo que implica un lector más o menos hábil y un escritor más o menos malo, corra el riesgo de que no me entiendas, alguno sabrá lo que significa eso. Y si no, pues dará igual, como egoísta que soy yo sé lo que significa para mí, sobre todo lo que implica, emocionalmente hablando.

Expliquemos un poco las cosas. Aunque cada uno entenderá lo que quiera. O lo que pueda. O lo que se crea, porque mucha gente sigue pensando no solo que soy un exagerado, sino que además soy un mentiroso compulsivo, con una imaginación que merecería tratamiento psiquiátrico o por lo menos una visitilla al médico de cabecera. En mi cabecera hace tiempo que no hay médicos, no más que Isa; que como no podía ser de otra manera, es especialista en medicina interna. Pues bien, soy un nómada. Vale, no llevo turbante, ni duermo al aire libre, ni tengo noventa años, ni he vivido en más de dos continentes. Pero he aquí algunos de mis datos personales: He vivido en un país que no es un país (eso no tengo que explicarlo, si sabes mi nombre y has visto las faltas ortográficas en este texto ya sabes de donde vengo). Después me fui a un país que se inventaron hace no mucho (que no es Israel) y que ahora está a punto de irse a tomar por culo. Entre mi primera estancia de cuatro años en este “país” del centro de Europa y esta mi segunda, estuve viviendo en la manzana podrida.

Sí, estoy de resaca. Y todavía no es martes. Pero todo eso es verdad. Y si no te lo crees, sabes qué? me la suda! Soy demasiado viejo como para que me importe tu opinión al respecto. Pronto el tiempo me dará la razón y terminarás creyéndome, aunque esto no tiene nada que ver con la razón. No sé si me explico. Sí, estoy seguro de que alguno ya me habrá entendido. Aunque para entender hay que escuchar, o en su defecto, leer. Salvo que seas tan sordo como Beethoven y tan ciego como Serafín Zubiri. Y los dos atendían a la noble y prostituida categoría de músico.
Hay que joderse.

Bueno a lo que vamos.

Hace días que me he dado cuenta de que esto de llevar un tiempo dando tumbos no es compatible con la amistad. Por lo menos, no con el tipo de amistad que yo necesito, con ese día a día silencioso que viaja de la mano de la intimidad y la sinceridad. Ojo, eso no significa que no tenga amigos. Esos que no me creen, que no me leen, que no me escuchan o que oyen lo que quieren oír, son también mis amigos. Y que conste que les quiero tanto como me quiero a mí. Y me molo bastante. Pero esto no es una pataleta, es simplemente una reflexión lúcida (no mucho, porque de donde no hay... y encima con esta piedra!).

Esto no es un manifiesto, ni un panfleto, ni un mitin. Esto es solo una idea más, que no vale más que eso. Pero que me está jodiendo estas últimas noches, y hasta que no manche unas cuantas hojas pues no voy a dormir bien. Casi como si estuviera embarazado de algo, de algo que tiene muchos padres. No importa si no me entiendes. O si entiendes algo totalmente diferente a lo que estoy pensando e intentando transmitirte. No se trata de importancia.

La cuestión es que cuando uno se marcha relativamente lejos no se lo puede llevar todo. Una de las cosas de las que se prescinde, siendo muy consciente de ello, son los amigos. Yo llevo unos cuantos dejados en la cuneta y seguramente por esa responsabilidad (que los religiosos podéis llamar culpa) me desvivo tanto por ellos. Seguramente por eso les quiero tanto. Sí, es un poco un amor jesuita. Taras que lleva uno. Uno se va y después de unos meses el vacío se va llenando de distancia, de ausencias, de presente que rápidamente se convierte en pasado. Uno se da cuenta de que tiene los bolsillos llenos de agujeros, por donde se cuelan todos esos te quieros a destiempo y sin valor, todos esos abrazos escritos, todos esos besos no dados. Sí, queridos amigos, es así. Yo lo veo así.

Uno se da cuenta que no hay más nosotros y que hay un tú y un yo, y que para que haya un nosotros nos tenemos que refugiar en el pasado, en los recuerdos, en aquel lugar común donde si había un nosotros. Como diría Francis, nos pasamos el tiempo conjugando recuerdos en un pasado perfecto. Y eso duele. A mí me duele. He dejado atrás gente que me ha hecho sentir muy lejos de la muerte. Miradas que me han hecho sentirme hermoso e intocable. Palabras que me han hecho reír como si no importase nada, ojos que me han visto bailar como si no hubiera mañana, que me han visto llorar como si se hubiese terminado todo.

Cuando has perdido el día a día con tus amigos, te quedan muy pocas cosas que perder. Seguramente por eso los budistas no quieren posesiones, porque la pérdida duele. Y no hay manera de razonar con el dolor. Ese sí que no escucha. Y cuando me miro al espejo y veo eso negro detrás de mis ojos… lloro, y me resbala el vacío por las mejillas. Sí, amigos. Es así; la brújula no entiende de cariños, ella ha perdido el norte y ya no queda nadie para enderezarla. Si miras bien ni siquiera quedan las agujas. Se las ha llevado el tiempo, para marcarse nuevas barreras y construir esos días que se han ido acumulando en meses y guardándose en las estanterías de todos estos años. Todo ordenado, todo estéril. Todo pasado. Huele a alcanfor.

Cuando uno se va y no vuelve frecuentemente, no es fácil. Y luego te vuelves a ir, y te vuelves a ir y otra vez. Hasta que no haces otra cosa que irte. Cuando vuelves de vacaciones a ese lugar que llamabas casa y a ese espacio que llamabas amigos todo huele a viejo.

Recuerdo que uno de los primeros signos de mi adolescencia rebelde tuvo que ver con la importancia que yo, inconscientemente, le daba el concepto de amigo. Recuerdo que pregunte a mis aitas (ahora ya sabes de donde soy) porqué no tenían muchos amigos, e instantáneamente, sin ni siquiera escuchar la respuesta, me sentí superior a ellos. Una sensación de puberto más, ese redundante “soy mejor que tú”, en aquel momento “porque tengo más amigos”. Mis aitas me daban un poco de pena, no entendía cómo podían seguir adelante sin ese apoyo, sin esas risas, sin ese entendimiento sin palabras, sin ese silencio no incómodo, sin esa confianza que a mí me gusta llamar complicidad. Sin ese amor sin atracción sexual. Aunque a mí, un par de veces, la atracción me jodió alguna gran amistad. Otras veces la atracción transformó a una desconocida en una gran amiga. Pero eso es otra historia.

Ahora que me he dado cuenta de que me gusta tanto viajar y empezar de cero en un lugar nuevo, me he dado cuenta de que tengo que asumir que el dolor va a estar ahí, en la cabecera. Ese dolor no te abandona, no es como cuando alguien se muere. Cuando alguien se muere, a esa persona solo la ves en sueños, en fotos, en videos y en tus recuerdos. No le puedes volver a decir nada. A tus amigos sí y ahí está la diferencia. Que conste que no quiero mataros. No quiero ni pensar en ese día.

Pero a pesar de que esto sea horriblemente deprimente, escrito tan rápido que seguro que no se entiende nada, hoy me siento bien. Aunque no lo parezca. Y solo los amigos saben distinguir lo que parece, de lo que es. Por eso me siento bien, por eso y porque mis amigos no me olvidan, como algunos escriben en epitafios o coronas que huelen mal. Aunque a veces necesite más que saber que me recuerdan, quizá porque quiero convencerme de que todavía no estoy muerto. Eso no tengo que explicarlo.

Laguna(s): amigo en euskara, el plural en euskara es Lagunak, aunque muchas veces, coloquialmente (en entornos de mezcla idiomática) el plural es el mismo que el utilizado en castellano.

Laguna: Depósito natural de agua menor que el lago / Omisión u olvido en un escrito / Cualquier cosa olvidada o desconocida / Vacío o defecto en un conjunto o serie.


PDFarekin flagelatu nahi baduzu hemen daukazu.

4 comentarios:

Oier dijo...

Nik, zoritxarrez, ulertzen dizudala uste dut........ Agian horregatik, aspaldian idatzi duzun gauza guapoetariko bat dela pentsatu dut. Kuriosoa da lagun bakar batek bete dezaken guztia...
Gabon makina

itziar dijo...

Eneko, nik ere ulertzen dizut, nahiz eta hainbat gauzetan ez egon adoz zurekin. Agian, zu... ez zarelako pentsatzen duzun hain zaharra... eta ni ez naiz pentsatzen dudan hain gazte...
Dena den, maitasuna beti dago bere tokian. Ikusi edo ez ikusi, hitz egin egunero edo noizean behin, hor, bere tokitxoan, prest... eta nik.
Maite zaitut. Itziar

Bernat dijo...

bonito texto que se lee agusto, como solo son los textos buenos, fluidos y con algo de amargor, como un jarabe.
la amistad, me consta, no está en manos de uno, nunca es como uno espera, como uno quisiera, la amistad es como un hijo que evoluciona, crece y muere.
yo quisiera que no fuera así,
que los esfuerzos que hacemos se vieran recompensados,
pero las circustancias se interponen,
y sin quererlo
forjan un muro de silencio
que ni la amistad, ni el amor ni nada puede escalar.un poco de muerte hoy para todos y todas.
ah, N, nik ere maite zaitut,
irrazionalki noski,
gurea odolez, zainez, muskuloz eta azalez idatzita dagoelako.
Muak!

Anónimo dijo...

Lagunak, hor daude ta kito. Behar dituzu ta azalpenik gabe eskua ematen dizute. Gurasoek zioten "lagunak esku bakar batekin zenbatzen dira". Izango da horregatik eskua eskeintzearena?
Nik nireak badakit hor daudela. Gutxi ikusi, gutxi hitzegin...baina sentitzen ditut. Hurrun daude baina gertu sentitzen ditut, bihotzean, barru barruan.
Zerbait gehiago behar da? Nik ez dut besterik behar lagun batengatik. Jakitea ondo dagoela nahiko da ta noizean behin isilpeak, barreak...eta bereziak diren momentuak izatea.
Nik maite zaitut. Zergatik????latin kopiatzen nuelako, gazteizeko farrak, zure familia Bilbotarra, zure oraingo familia, New York...
ez dago azalpenik. maite zaitut nire emaztea bezala baina sexu erakarpenik gabe.
Horregatik esan al dizut "nos hacemos unas pajillas o que, pero sin mariconadas".

Musu bat, bi hiru...

Iñigo